viernes, 30 de noviembre de 2012

Beso.

Míra bien. Abarca la escena con la mirada, solo ahora existe.
Las gentes apresuradas, la cabeza gacha, envueltos en densos abrigos caminan inclinados y presurosos al frente, viendo siempre al suelo, como atacados por una tormenta o alguna ráfaga de viento. Tal vez, dentro de sus mentes, se hallen en un huracán, en una catástrofe que los rodea, y tú no puedes verlo.
Mira el sol, como cae pesado inyectándose en el pavimento, en las banquetas, en la calle, dándole infinita luz, una luz irritante de fuerte, que va y aplasta la calle contra sí misma y contrasta con las sombras que proyectan los edificios. Los edificios altos como monumentos viejos y olvidados. Los ángulos que suben y suben, ostentan ventanas como ojos muertos.
Mira los carros que pasan por la calle, rígidos y con trayectoria fija, prestos a cumplir una importante misión. Mira el viento arrastrar un papel olvidado, tal vez, un periodico; y tal vez en el se lea el titular de la mañana, en enormes letras negras que no alcanzas a discernir. Mira las nubes ominosas que fúnebres en el cielo devoran al sol con su presencia ineludible. Ve la luz que dvide la calle atenuarse, siente el helado frío que recorre entonces la ciudad, como acompañado por la repentina interrupción de la luz solar.
Camina oye tus propios pasos, escucha el ruido de los motores, el ajetreo débl de gente aquí y allá cumpliendo con los menesteres de cada día. Escucha, alguien tose.
Camina hacia la esquina, escucha el viento rozar un carro que como flecha atraviesa el panorama. Mira en derredor: los árboles, los edificios de las esquinas, la gente que no para de avanzar, siempre apretando el paso, nunca deteniéndose a pensar, a contemplar la escena, a suspirar, a descansar. Mírales los rostros ensimismados, muy ocupados en lo que ocurre ahí dentro. Lo que ahí pasa jamás lo sabrás. Pasan, fugaces, desconocidos, anónimos, y se pierden.
Unos carros se detienen, otros avanzan, ya puedes cruzar. Dirige tus pasos por la blanca acera, otra vez gobernada por el imponente sol. Puedes mirar tus zapatos, negros, sucederse entre sí haciendo clac clac entre as grietas, el sucio pavimento los toscos adoquines.
Mira de nuevo hacia adelante. Las formas descoloridas, rígidas, presurosas. Mira la tristeza que como niebla inunda el espacio, que como hiedra trepa por las paredes. Mira el desasosiego y los ecos sordos, que como telepatía se transmiten, de aquí allá, y más allá.
Mira, un par de pozos profundos, miralos desviarse. Sigue buscando, pronto encontrarás otros, pero vidriosos. Adivina una luz pequeña, inocente, cruzar por lo bajo perdida en el gris espeso que gobierna.
Detente, es necesario cavilar, ¿qué estás haciendo? Mira hacia lo alto, haz una pregunta sin respuesta. Mira el destino cernirse sobre la escena, como pesados grises nubarrones, siente la incertidumbre, con largos, oscuros tentáculos, cambiar el paisaje. Escuchas aún los pasos alejarse y acercarse, es claro, sigues en el mismo lugar. Sin embargo ya no ves nada. La espesa niebla lo cubre todo, cegado caminas caminas.
El ruido resulta un alivio, se quiebra la meditación, irrumpe como un mal pensamiento la bocina de un enorme camión, se siente su carga pesada cruzar veloz, cimbrar la tierra, y en torno, la gente apagada continúa en su quehacer, en su frenético ensimismamiento que los tiene a todos inmóviles, siempre en el mismo lugar, aun cuando en la cudad caminen, trepen a los camiones, corran, se escondan detrás de puertas cerradas bajo llave, con 5 candados y un bonito decorado en refugios cuadrados sintéticos, prestados.
Respira. No, mejor no lo hagas. Si respiras podrías absorber la ciudad, con sus fantasmas, con sus presencias inciertas, con su alocado ajetreo, constante e infatigable.
Mira la calle extenderse a lo lejos, hasta e infinito. Puedes ver las líneas, ls ángulos que forman esta ordenada vida, de rutinas, calendarios, horarios. Mira el tiempo pasar, como un pesado libro sin contenido, hoja a hoja. Mira los caprichos insensatos de los personajes que entran y salen, y que se fatigan buscando siempre el final, atisbando el exterior del círculo dentro del cual dan vueltas y vueltas, añorando... ¿acaso aspiran a algo?
¿No lo soportas? las pesadas moles que dominan la ciudad han dado contigo? Corre, entonces. Corre como todos ellos, agacha la vista, hacia el suelo, huye. Escapa hacia la incertidumbre, precipítate en el vacío, trata de alcanzar la siguiente parada, ve en pos del destino, hazle las preguntas pertinentes.
Mientras corres, un ruido, un golpe. El universo da vueltas, todo se amontona, se estira se contrae, el pavimento, ahora lo sabes, es una cosa dura, fría a pesar del sol, y en extremo dolorosa. Ahora ves correr la vida, fluir incesante, roja, roja. La ves empapar la ciudad, algo ha pasado. La ciudad ha cambiado, se ha transformado. Gritos, gente corriendo, corriendo de verdad, preguntas palabras. Mira el cielo, mira los ojos, los que antes huían, ahora no tienen miedo ni pena, ahora enfrentan la realidad, esa que nunca aceptan, ahora la miran de frente, en alguien más. Enfrentan el destino ajeno y tú los ves absortos, y ves sobre ellos, que con sus cabezas conforman un círculo, el cielo azul, y ves nubes blancas desgarrarse, y sientes la luz que corre en vectores atravezando el firmamento. Cierras los ojos. Alguna vez pensaste que querías desaparecer con un beso. Tendrás que resignarte, no hay beso.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Misterios

Voy a la academia, escucho las nerviosas palabras de los profesores, aprendo la terminología, estudio las lecciones.

Peino la biblioteca, horas y horas de desvelo, quemándome las cejas, aprendiendo todo sobre quarks, historia de mongolia, especies de bacterias, teoría del ensayo.

Le pregunto al guru, al dalai lama, al papa, al rabino, a los califas.

Veo incansablemente tvunam, el canal 22, el canal once, el history channel y el national geographic

Les pregunto a mis mayores, leo la biblia, leo las instrucciones de uso de un paquete de galletas, veo las estrellas, leo las lineas de mi mano y las del prójimo, consulto el tarot, el i ching, gasto pesadas enciclopedias de todas las décadas.

Leo entre líneas, voy al sicoanalista, miro las formas de la naturaleza, adivinando sus secretos sutiles, escucho al fuego y al agua, decifro cartas encriptadas, leo las revistas, los trípticos, los panfletos, folletos, medito horas y horas.

Busco, aprendo, indago, investigo, experimento, conjeturo, y todavía sigo preguntándome...

Qué misterio esconden tus ojos?

domingo, 18 de noviembre de 2012

Hombre importante

Revisión

Una mañana, un nombre nuevo da la vuelta al mundo. Los periódicos de todos los países no paran de hablar de él. Unos días antes, en una grandiosa muestra de erudicion, un desconocido derrota a los más grades intelectuales de la época. Su nombre entonces se hace conocido. La crítica lo aclama, las universidades le dedican cátedras, los sabios, filósofos, críticos, estudantes, letrados, intelectuales, profesores, científicos, y docentes lo admiran, casí podría decirse que lo adoran. Las revistas y periódicos le dedican largas columnas; "Una inteigencia excepcional" -Times, "Marcará una nueva época" -Chronicle "Lurilurilú" -The New Yorker. Es oficial, quien antes era un desconocido, es ahora un tipo importante. Lo invitan a lso talk shows, a las universidades, da pláticas y conferencias, la gente le pregunta cosas, el presidente lo felicita. Pronto una nueva noticia: conoce mujer y se enamora, se casan. Mujer bella, atlética, cantante, actriz, bailarina, atlética, filántropa, guapa. La boda se televisa, nadie se la puede perder. Mientras su fama sigue en ascenso. Se ve su figura salir de lugares importantes: El palacio de bellas artes, Times Square, la corte de Versalles, el Ting Tang Tong chino, etc. Parece no tener límites, el mundo entero está a sus pies.
Repentinamente, terrible tragedia; su mujer y sus hijos, muertos. Crisis. Por todo el mundo se pone de manifiesto el apoyo de la gente con el hombre, se declara luto mundial. Algo nunca antes visto. Da una conferencia. Unas palabras emotivas, un agradecimiento a todos sus seguidores, una lágrima corre por su mejilla.
En medio de la crisis, escribe un nuevo libro. Pletórico de sabiduría, causa gran polémica. Un libro revolucionario, reinventa la cultra hasta ahora conocida. La gente lo adora, otros no lo soportan, escriben y escriben; no le llegan a los talones. Empieza la decadencia. Da pláticas, aparece con las estrellas, le otorgan el premio nobel. La vida, sin embargo, le sabe amarga. Con el tiempo, va cayendo en el olvido. Cada vez son menos las entrevistas, en lso talk shows, se le ve enjunto, gris, encorvado, consumido. La depresión lo devora. Ya no escribe, se limita a aceptar conferencias. El mundo, paulatinamente, se va olvidando de él. Él, que era un tipo tan importante.
Un día, un hecho lamentable, un terror horrible, el hombre muere. Nadie se entera.
Aún hoy, 100 años más tarde, alguna estación de radio quiere hablar de cosas importantes. Encuentran, por casualidad, su nombre en las listas. En la casa empolvada del hombre, alguna vez importante, el teléfono suena durante 3 minutos. Luego calla.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Composición en la que abuso de la palabra 'abstracción' y derivadas

Revisión

I

Inscribo mi tiempo en un tiempo infinito. Me proyecto hacia futuros o pasados remotos, más allá de donde puedo ver o imaginar. No considero nacimientos ni muertes, ya conozco esas ilusiones. Las abstraigo. Como un matemático, un lógico, un filosofo. o como un Kandinsky, me abstraigo, me sustraigo. Cosa popular la abstracción en estos días. Abstraigo todo, lo que veo lo que siento lo que pienso. Como un budista con una licuadora, junto todo en un remolino, y ya nada se distingue, y ya todo es homogéneo. Elimino de este texto la designación y ya nada tiene nombre, y ya las palabras no representan. Son por si solas, y todo es etéreo, todo es abstracto, todo es vago, neutro, genérico, incierto, indeterminado, abstruso, inconcreto, amorfo.
Y me estiro, como una lámina de hule, y lo hago más allá de todo ímite, y me expando hacia los bordes impropios del infinito que nunca alcanzo. Y ya nada tiene forma, ya nada tiene sentido. Y así, impersonal y aislado de toda relación con la realidad, me acompaño por siempre de tu ausencia.

II

Y ya empezamos. Ya perdido en un éter incoloro, inodoro, insaboro, Ya envuelto en una nada, he invocado tu recuerdo. Como un conjuro, evoco tus caricias y el perfume de tu piel. Y hago alquimia con tu nombre convirtiendo este cuento, esta ausencia, esta nada, en oro puro. Y me pierdo divagando. Y pienso en la nada, y en todo, y en el amor, cosa abstracta, que nunca llega, que nunca está, que no conozco. Y de pronto no soporto a los profesores, académicos, filósofos, lógicos, matemáticos; menos aún a los poetas. Decido quemar esta abstracción. Y con ella toda la poesía para que con ella se vaya el amor. Y le declaro la guerra a todo lo que a tí me recuerda. A los símbolos, a las letras de tu nombre, a la textura de las rosas y al aroma del otoño. A la vieja ciudad donde te ví, y a la negrura que huye cada mañana, y se mezcla entre los textos y las canciones, la negrura omnipresente.
Y renuncio a mí mismo, para evitar tu recuerdo. Y me doy cuenta que no eres mía, y no puedo sacudirme tu ausencia, tu ausencia que me acompaña por la calle, tu ausencia que me susurra al oído por las noches, tu ausencia que me tiene lejos, siempre lejos.
Y es necesario entonces acabar con las palabras. Con estas palabras. Romper la tensión que me ata a tu figura, a traves de esto que escribo. Y romper esta abstraccion, que llenas dejándome vacío. Me abstraigo de tí, y ahí estás, como un ideal, como el fín de una búsqueda sin sentido. Dejo el mundo de lo intangible, huyo de tu recuerdo, de la esperanza de tenerte, de mi mente que divaga en torno a tí, que te busca y no te encuentra, del recuerdo de que estoy aqui, solo, pensando en tí. Y regreso al mundo real.

III

De vuelta en este mundo, mundo de piedras y de viento, de madera y de tierra, de metal, plástico, vidrio, fibra de vidrio, hormigón, corcho, caucho, textiles, y mi propia piel. Y adivino en cada cosa, en cada figura y cada imagen: lo intangible, lo sutil que bajo dello se esconde. Y el cielo inalcanzable me roba un suspiro, sigo en ti pensando. Y el abismo implícito, el vértigo de un vacío que en todo se adivina, me recuerda al vértigo que guardan tus ojos, para los forasteros como yo. Y no te olvido, y ti ausencia sigue aquí, conmigo. Y no puedo escapar, lo intenté, y no me deja en paz tu nombre. Y ya no invoco tu nombre. Y ya no quiero saber que para ti no existo, y que para ti no soy nadie.
Y te escribo esto, aunque no lo leas, aunque no lo haya escrito, y me abstraigo de nuevo, en un círculo vicioso.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El Sr. López.

El Sr. López era un tipo serio. Trabajaba en la oficina de contabilidad de no se qué edificio de negocios, lleno de cristales limpios, secretarias con tacones que hacen tac tac tac por los pasillos y ese aspecto pulcro y artificial digno de toda buena oficina. Diario el Sr. López se bañaba, se peinaba hacia atrás, se ponía camisa corbata, traje, todo limpio y planchado. Tenía un no muy tupido bigote que llevaba todos los días al trabajo, y el cual, según su criterio, encajaba perfectamente con su estatus. Caminaba con zapatos negros brillantes por la calle y constantemente miraba el reloj, como lo hace un hombre de negocios.
Cierta vez que el Sr. López andaba por la calle, en su camino de todos los días a la oficina, un día despues de una torrencial lluvia, esas que dejan los carros sucios y polvosos, el Sr. López pudo ver, a unos pasos de distancia, un coche especialmente afectado por el fenómeno. Evidentemente, el coche ya tenía tiempo ahí empolvándose, y la lluvia no hizo más que el favor de acentuar aún más la capa de polvo. Verdaderamente era una película admirable de mugre la que lo cubría. El Sr. López no pudo contenerse, en su mente un rápido pero poderoso pensamiento infantil cruzó su mente. A punto estuvo de detener su fluido camino, vacilar. Sin embargo, y para su suerte y la de su integridad personal, muy cerca había un OXXO.
El Sr. López, pues, para ganar tiempo, permitirse meditar en el asunto, y pensar las cosas con más detenimiendo, entró a la tienda. Es muy bien visto que un hombre ocupado y trabajador como él entre a esos lugares a comprar un café. Despues de todo, era un sujeto que tenía que hacer cuentas y tal. Caminó a la máquina, cogió el vaso, lo puso en el espacio pertinente, apretó un botón, esperó a que el líquido acabara de salir, tomó un removedor, vertió un botecito de crema, lo agitó bien, puso la tapa. Todo esto con la más calmada naturalidad con la que lo hace alguien que va a ir a trabajar a su oficina, a manejar números y cotizaciones. En su mente, sin embargo, y aunque nadie lo notara, existía esa ligera inquietud, ese sentimiento de expectación propio de alguien que está a punto de cometer un crimen. Debatía en su mente consigo mismo, miraba el entorno, calculaba fríamente, como era de hecho su trabajo. Pagó y salió con su café, se detuvo en el umbral del oxxo, y, disimulando sus intenciones, miró en derredor: la calle estaba vacía, aún era muy temprano.
Caminó como camina siempre, rumbo a su trabajo, tranquilo, natural, hacia el carro polvoriento. Por el rabillo del ojo miró en torno, en un último acto de precaución. Finalmente, decidido, se detuvo frente al coche, como cosa de todos los días. Trazó en el vidrio, con su dedo, un enorme corazón. Ya había empezado, no havía vuelta de página. Rápido y habil, con un índice ágil, trazó en el polvo, dentro del corazón, las siguientes palabras:
CACA
 Y
POPO
Acabado, solo se tomó un instante en contemplar su obra. Una ligera risilla se deslizó entre sus labios, estremeciendo esutilmente su bigote.
Se había tomado, previamente, la precaución de tomar una servilleta con su café, se limpió el polvo del ded, cogió su maletín, y erguido, mirando al frente, retomó su camino. Sus zapatos relucientes se apresuraban resonando serios en la banqueta, su expresión dura y llena de enfoque, propia de un adulto responsable evitó distraerse con cualquier movimeinto que captara de reojo. En su mente, sin embargo, revoloteaba un ligero vértigo, pensando en lo que había hecho y si nadie, por casualidad, lo habría visto.