viernes, 6 de mayo de 2011

Un cuadrito

Un edificio de ébano con torres de tejados puntiagudos que salen como ramas de un tronco y se alzan al cielo con sus cúpulas de alfiler como cientos de oscuros hongos de campana carmesí.
La torre se eleva y se eleva, hasta perderse allá, entre las tenues nubes apenas visibles y luminosas, irradiando un brillo puro. Y revoloteando como polvo bajo la luz del sol blanco que se alza en el firmamento violeta o lila, caóticos destellos cristalinos de inocente alegría.
El suelo es un éxtasis de difusos tentáculos como imágenes de un sueño, que danzan y serpentean anhelando la inasible cima de la torre. Los habitantes, extraños seres que van y vienen como peces, nadando en el aire, precediendo etéreas estelas turquesa, como espermas de camino sinuoso en la enrarecida atmósfera, danzando entre ellos espontáneamente para separarse y perderse, un océano turquesa de corales negros como la noche.

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